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Artistas formadores de Idartes son reconocidos por su labor pedagógica 

Por Margareth Sánchez Melo

18 julio, 2025

39 % de los estímulos entregados este año en la Invitación Cultural para Formadores en Arte, Cultura y Patrimonio fueron para artistas formadores vinculados al programa Crea.

En Bogotá, enseñar arte también es una forma de transformar la ciudad. Así lo confirma la más reciente edición de la Invitación Cultural para Formadores en Arte, Cultura y Patrimonio, una convocatoria liderada por la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte que este año otorgó 105 estímulos a creadoras y creadores pedagógicos que trabajan desde los territorios. Entre los seleccionados, 41 artistas formadores del programa Crea, del Instituto Distrital de las Artes – Idartes, fueron reconocidos por las experiencias sensibles, comprometidas e innovadoras que desarrollan en aulas, barrios y escenarios comunitarios de la ciudad. Este logro no solo representa el 39 % del total de estímulos entregados, sino que ratifica la apuesta del programa por una educación artística cercana, transformadora y profundamente enraizada en las realidades locales.

“El programa Crea es uno de los proyectos más potentes que tiene Bogotá para acompañar procesos de vida a través del arte”, dice María Claudia Parias, directora de Idartes. “Nos enorgullece ver que sus artistas formadores están siendo reconocidos por el trabajo riguroso, comprometido y transformador que hacen todos los días en los barrios, en los colegios, en los espacios comunitarios. Felicitaciones a cada uno de ellos por sembrar con el arte y por enseñarnos que educar también es crear”.

Uno de esos procesos ocurre en el sur de Bogotá, donde las montañas no solo delimitan la ciudad sino que también la narran: allí, el artista José Guillermo Paiva les propone a los participantes de los talleres del programa Crea una pregunta que no está en los libros de texto: “¿Cómo es la casa que te habita?”. No se refiere al ladrillo ni al cemento. Su proyecto —La autoconstrucción como tema y metodología de clase— invita a niñas y niños de Ciudad Bolívar a pensar la vivienda como una forma de memoria y de creación, un lugar donde el cuerpo y la historia se entrelazan.

“Es una estrategia pedagógica que dialoga con los conceptos de casa autoconstruida y patrimonio, vinculando estos temas con una perspectiva amplia de lo que puede significar vivir en el sur”, explica Paiva. Para él, este reconocimiento no es un punto de llegada, sino una confirmación de su búsqueda: “Disfruto de escribir ideas que pueden sonar abstractas al principio. Haber sido seleccionado me motiva a seguir indagando sobre el habitar el sur desde una perspectiva pedagógica y artística”.

El proyecto se desarrolla con niñas y niños de entre 7 y 10 años, quienes exploran su territorio a través de materiales como colchonetas, cartón y papel, además de pequeñas animaciones que ellos mismos proyectan. La experiencia, asegura José Guillermo, es una consecuencia directa de su paso por el programa Crea: “Procuro que en mis clases haya siempre espacio para el diálogo y en ese mismo sentido para el libre pensamiento. Así entonces, las conversaciones siempre se vuelven una gran fuente de reflexión e inspiración artística, tanto para mis participantes como para mí, dentro y fuera del aula de clases”.

Otro de los procesos seleccionados ocurre más hacia el centro, en la localidad de Los Mártires. La artista Ingrid Ruidíaz llega cada semana con una sensibilidad tan afinada como su oído. Su proyecto – La armonía del canto, ritmo y cuerpo en medio de la neurodiversidad – es un relato de experiencia que nace del trabajo con niñas, niños y adolescentes en condición de discapacidad del Centro Crecer, quienes participan en los procesos formativos del programa Crea.

“Este proyecto busca los elementos que se trabajan más allá de la parte musical”, aclara Ingrid. “Contextualiza la sensibilidad, la exploración de las múltiples capacidades de los niños, su capacidad de adaptación y las enseñanzas que ellos mismos transmiten; también, las nuevas formas de cantar, de trabajar el ritmo y el cuerpo”.

Aunque al principio dudó en postular su experiencia, por no considerarla “una innovación” en el sentido tradicional, fueron sus colegas y el equipo de orientación del área quienes la animaron. “Ese primer impulso fue una grabación que se presentó en la Bienal de las Artes. Me dijeron que ahí había algo importante que compartir”. Y no se equivocaron. El reconocimiento de esta beca llega, dice ella, como una caricia al corazón: “Esta semilla florece a destiempo, en medio de cada individualidad y de múltiples formas”. Es un impulso para seguir desaprendiendo y buscando nuevas maneras de enseñar.

Desde el otro extremo de la ciudad, entre los Crea Castilla y San Cristóbal, Daniel Marino Ortiz explora otra dimensión del aprendizaje musical: la producción de sonido como puerta de entrada para músicos y no músicos. Su propuesta se llama Ecosistema AudioDigital y está dirigida a quienes quieren crear, grabar, mezclar y entender el lenguaje musical desde lo digital, sin importar su trayectoria previa.

“Mi proyecto está basado en la vinculación de la enseñanza musical y la producción musical para potenciar los procesos formativos y creativos de los participantes que pueden ser músicos, no músicos, aficionados al audio…”, cuenta Daniel Marino Ortiz Pineda, artista formador del área de música del programa Crea. Desde hace años, Daniel ha venido desarrollando espacios pedagógicos donde la creación sonora y la tecnología se integran con la formación musical, sin importar el punto de partida de los participantes.

En 2023, en uno de sus talleres de ensamble, decidió experimentar: incorporar elementos de producción musical como parte del proceso. La respuesta fue tan positiva que no solo continuó con ese enfoque, sino que decidió sistematizar la experiencia. Esta invitación cultural, de cierta manera valida ese camino. “Al enseñar, no solo transmito conocimientos, sino que practico, perfecciono y domino conceptos, técnicas y herramientas que luego aplico en mi propio quehacer artístico. Mi labor como formador va más allá de la instrucción: me impulsa a crear, a innovar, a expandir mi visión del mundo y a retarme constantemente, respondiendo a las necesidades de mis estudiantes”.

Para Daniel, el programa Crea ha sido más que un lugar de trabajo: ha sido su escuela y su campo de acción. “Trabajar con grupos diversos, con participantes que tienen gustos, necesidades y expectativas distintas, me ha obligado a estar en constante creación. Cada taller es una oportunidad para proponer juegos, ejercicios, canciones. Y todo eso, inevitablemente, se convierte también en parte de mi lenguaje artístico”.

Y es que efectivamente, las tres propuestas tienen algo en común: no nacieron de un laboratorio externo, sino del trabajo diario con los participantes del programa Crea. Son el resultado de años de escucha, de ensayo y error, de conversación continua entre formadores, niñas, niños, jóvenes y familias. Son experiencias que no necesariamente llenan teatros o cuelgan en galerías, pero que cambian la forma en que las personas se relacionan con su cuerpo, su voz, su casa o su barrio.

Como Ingrid, José Guillermo, Daniel y otros 38 artistas formadores, quienes hacen parte de esta convocatoria han encontrado en el arte una forma de enseñar, de aprender y de construir territorio. Esta beca reconoce ese trabajo constante, muchas veces silencioso, que se gesta en aulas no convencionales, en escenarios móviles, en los parques, en los barrios y en los colegios públicos de Bogotá.

En esas múltiples geografías se siembran preguntas, afectos, imaginarios. Se cultiva lo común. Y aunque cada proyecto tenga una voz y una estética propias, todos comparten una certeza: el arte transforma cuando se enseña desde el vínculo. Desde allí, los artistas formadores del programa Crea seguirán creando. Y Bogotá, cada vez con más fuerza, sabrá mirar y celebrar esos procesos.

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