Participantes de los procesos de formación audiovisual del programa Crea vivieron una experiencia pedagógica y creativa durante los tres días del festival. Rock al Parque no solo es uno de […]
Por Margareth Sánchez Melo
11 marzo, 2000
Francisco Ciri (Paco)
Aunque no pueda creerse, a mis 60 años cumplidos, por primera vez he asistido a Rock al Parque, a pesar de ser un bogotano por adopción, ciudad a donde llegué a los 18 años recién cumplidos.
Y he entrado al Simón Bolívar con el privilegio VIP que me otorgó el Crea, programa en el que empecé a finales de 2021, con la virtualidad, para aprender diferentes modalidades de formación en lenguajes artísticos, entre ellos fotografía, y ahí voy, poco a poco.
Fue una experiencia fantástica. Cumpliendo las disposiciones del compromiso para cubrir los tres escenarios, haciendo fotografías del público asistente, pude disfrutar de espectáculos visuales, musicales y artísticos, de diferentes géneros del rock, sus subgéneros y sus exponentes.
Destaco las bandas Tenebrarum, Dead Silence, Rain of Fire, Los de Abajo, Allison, Él Mató a un Policía Motorizado, Desierto Drive, Animales Exóticos Desamparados, Derby Motoreta’s Burrito Kachimba, Grito, Don Tetto y, por supuesto, La Derecha.
Para mí, como hombre mayor que no ha sido “rockero”, que lo más fuerte que había oído era Julieta Venegas, al haber sido seleccionado por el Crea para ir en representación del colectivo “Cuarto Oscuro”, al que pertenezco —y que también fue una linda sorpresa—, me invadió la curiosidad y, por qué no, el nerviosismo. Tanto, que no creo haber hecho bien mi trabajo como fotógrafo.
Estando ya frente al primer escenario que cubrí, ECO, me parecía mentira, y aunque no me pellizcaba, sí miraba constantemente la manilla, esa cinta que me permitía moverme con trato preferencial por los diferentes escenarios bloqueados para la masa.
Alegría inmensa, nudo en la garganta y hasta basurillas en los ojos cuando sentía el suelo vibrar bajo mis pies por el volumen de las bandas. Ya no solo escuchaba, sino que sentía la música subir desde los pies e invadirme todo el cuerpo.
Espero, desde ya, con emoción, estar vivo en el 2026.
Gracias, Crea. Gracias, Camila, Sara, Leonardo Villamizar y Leonardo Lovera.
P. D. Celebro haber compartido con el “team” de los diferentes colectivos: Samuel, Alex, Sergio, Juan Sebastián, Cristian, Brayan y mis amigas del Cuarto Oscuro: Lily Rose, Catalina e Ingrid.
Lily Mejía (Lily Rose)
¡Hola! Mi nombre es Lily Mejía, o Lily Rose como me dicen mis amigos más queridos. Quiero contarles que la fotografía ha sido el hobby de toda mi vida. Desde que recuerdo, he tenido una cámara en mis manos, y el Crea me ha brindado la oportunidad de retomarlo.
Cuando recibí noticias por parte de Sara Sarmiento, mi querida “Maestra Sensei”, de que en junio se realizaría una salida fotográfica en el marco del Festival de Rock al Parque, no dudé en participar. Sentí una emoción inmensa y una flamita de ilusión se encendió en mi alma. Busqué las mejores capturas que reflejaran lo que me gusta hacer y, sin dudarlo dos veces, me inscribí.
Aún recuerdo que esa llamita se volvió casi un incendio dentro de mí cuando vi que una de las bandas que ha sido la banda sonora de mi vida estaría tocando en este festival, acrecentando así mi anhelo de participar. Ver y escuchar en vivo a La Derecha era algo que no me quería perder.
Cuando por fin recibí la noticia de estar en el listado, mi corazón estalló de alegría y orgullo por el objetivo logrado, ya que se habían postulado personas muy talentosas de cada uno de los colectivos pertenecientes al programa Crea.
Preparé mi equipo y todo lo que necesitaba para no perderme esta cita que la vida nos tenía preparada, a mí y a este festival que representa tantas cosas: recuerdos del colegio, mi adolescencia, donde mis oídos estaban llenos de rock a pesar de venir de una familia de tradición vallenata, las listas de reproducción que me acompañan a diario, y, sin miedo, darle la oportunidad al buen metal que, aunque se vea rudo, tiene siempre un corazón dispuesto a gritar con voz gutural lo que sale del alma.
Y el día llegó. La emoción de recorrer el parque con mi cámara, mis amigos del alma y otros nuevos me llenó el alma, y así iniciamos. A lo largo de la jornada vivimos instantes inolvidables. La experiencia de no solo capturar estos históricos 29 años del tradicional ROCK AL PARQUE —sí, en mayúscula y con negrilla—, sino también conocer y entender cómo desde lo profesional se vive el espacio, los escenarios y la misión de capturar al público, orientó el ejercicio, siempre con la vista atenta para poder dejar registrado para el recuerdo los mejores momentos.
A veces en manada y en otras en solitario, pero con la certeza de estar juntos, moviendo las cabezas y los corazones ligados por el amor a la fotografía y a la música.
Descubrí lo que para mí fueron nuevos sonidos, como los creados por maravillosos grupos con los que conecté al instante, como la banda Rain Fire, quienes gritaron con el alma el clamor de la mayoría de los colombianos: “¡No más muertes violentas en Colombia!”. Y Cemican, a quienes tengo inmensa gratitud, ya que en su Instagram dejaron en su feed una de las fotografías que logré. Esto es algo que me llena de orgullo.
Pasaron cosas bellas como estas y otras que me dejan aprendizajes. En un momento, mi memoria falló y perdí varias capturas, pero esto me enseñó a no engancharme y a seguir buscando cada vez afinar más mi ojo. Infortunadamente, una situación personal impidió que completara mi misión de cubrir los tres días. No pude ver a mi amada banda La Derecha cara a cara, pero sí a través de la pantalla y la lente de mis amigos, quienes generosamente compartieron conmigo videos y hermosas imágenes que siempre podré volver a ver y recordar que este hobby ha traído personas especiales y experiencias inolvidables.
A veces, el ejercicio de la fotografía es solitario, porque eres tú y la cámara, pero es más especial cuando te das la oportunidad de compartir, y más cuando tu equipo de trabajo es tan especial como el que me acompañó.
Quiero agradecer al Crea Idartes por pensarse estos espacios donde se viven tan bellas experiencias para afinar la mirada a través de la práctica; a Leonardo Villamizar por todo su compromiso, su siempre amable sonrisa, excelente liderazgo y buena energía; a la bella Sara Sarmiento, nuestra talentosa Maestra Formadora, que siempre piensa en sus “Oscuritos” y que siempre nos alienta a seguir creando; gracias, Leo Lovera, por tu dedicación y atenciones en todo instante; y al grupo de talentosas y talentosos compas: Paco, Ingrid, Samuel, Juan, Sergio, Brayan, Cris, Alex y Cata, con quienes compartí y disfruté de cada momento.
Gracias, Crea.
Gracias, Rock al Parque. Como dicen: lo importante es que emociones viví.
¡Felices 29 años, Rock al Parque!
“Chêchon” Alexander Bernal Bernal
Al final de mis días partiré sin riquezas, sin adornos, sin vanidades.
Mi único equipaje será mi conciencia, forjada por cada instante vivido.
Momentos ahora perpetuos en la oscuridad de la muerte…
El olor a hierba mojada, los bajos cortando el viento,
las notas que no son pero anhelan ser parte de la sinfonía del universo;
los rostros pintados, la rabia contenida, la rebeldía en sus miradas.
El porro. Las tarimas, las luces, las llamas.
El artista y su sudor. El artista y yo. Mi cámara y yo.
El arte.
La creación fluyendo por mi cuerpo al ritmo de la música,
de las gotas de lluvia y la euforia de la gente.
Y entonces ocurre. El conjuro está completo. Ya no soy yo quien dispara.
Una energía nacida del vacío llena mi ser, me mueve, electriza mi alma.
No importa nada más. Somos él y yo.
¿Yo?, siguiendo su ritual, su mirada de inframundo.
Él, escupiendo fuego en memoria de sus ancestros.
Bajan los espíritus de las montañas.
La ciudad retumba.
El cielo rompe en llanto.
Un disparo más, ignorante de sí mismo.
Un disparo.
Solo uno.
Ya está.
La luz haciéndole el amor a mi cámara y entregándome el fruto de esa unión sagrada.
Una epifanía. Quiero retratar almas. Quiero cantar con imágenes.
Quiero contarle al mundo en lo que se ha convertido.
Pero no quiero hablarle al oído.
Quiero enfrentar su mirada con la mía.
Me convenzo de que el arte salva vidas.
Espero hacer arte cuando esté bajo el ala del abrazo eterno.
Por Ingrid Hincapié
Este año, por primera vez, entré al otro lado de la barda con manilla verde de Idartes y mi cámara fotográfica. Todo un lujo, gracias al Crea. Pensar que un festival como Rock al Parque todavía me regala una nueva experiencia después de tantos años me sorprende, me causa felicidad y emoción infinitas.
En 1995, yo estuve en el primer Rock al Parque… En esa época era una locura pensar en un festival tan grande. Lo hicieron en cuatro escenarios: el Olaya (al sur de Bogotá), en la Media Torta (centro de Bogotá), en el Simón Bolívar (espacio por excelencia) y la Plaza de Toros (centro de Bogotá).
Sin importar cómo ni qué, era una novedad y era obligatorio ir. Pero yo estuve allá, en el Olaya, porque un primo mío tenía una banda de rock que se llamaba Bruma Sólida. Abrieron el festival el primer día en ese escenario, entonces tocaba apoyarlos, así como muchas personas —sin importar la edad, género, estrato, entre otros— también asisten al festival para apoyar. Como fueron los primeros, primeros aquel 26 de mayo de 1995, no tuvieron mucho público, pero esa sensación de ser pioneros es fantástica. Y leyendo hasta Wikipedia, sí: ese día se hizo historia. El vocalista de Bruma fue un gran amigo mío; unos años más tarde falleció trágicamente, y estoy segura de que él se hubiese gozado muchos Rock al Parque como se lo gozó aquel día. (Con mi primo ya no me hablo).
Yo escucho rock desde que tengo memoria, así que durante muchos años asistí casi religiosamente. Era un evento esperado todo el año. Pasé días maravillosos cada vez; no siempre era seguro llevar cámara, pero siempre eran días mágicos. El tiempo se detenía. Pude ver bandas que nacieron allí y ahora son increíbles, otras no tanto… Me quemé con el sol inclemente, me empapé con muchos aguaceros torrenciales, me pisaron, me empujaron, me metí en los pogos (ya no soy capaz), hice amigos, siempre he visto las pintas más raras —incluso este año tomé fotos con mi amada familia oscura, El Cuarto Oscuro—. Bailé, canté, chiflé, lloré de emoción, grité, pedí ayuda para desmayados, tuve que caminar horas para conseguir transporte muchos terceros días. Me dejé llevar por la multitud y por esa nube blanca inmensa y compacta que se hace siempre (extraño fenómeno “meteorológico”).
Hace 18 años fui mamá, y durante algunos años falté a la cita con el festival mientras mi hijo crecía. Después he vuelto alguna vez que otra, ya no religiosamente ni los tres días como hace años… Ahora es mi hijo quien asiste cada año. Él va con su novia y su parche, y me parece genial que dos generaciones hayamos disfrutado el mismo festival.
Realmente espero ir a ver bandas con mi hijo algún día, y/o volver para documentar nuevamente este maravilloso evento. Me gusta pensar que mi hijo heredó el gusto por el rock gracias a mí. Hoy en día se forma profesionalmente como músico; ha estado ya en tres bandas como guitarrista, en una banda como bajista, y espero con todo mi corazón que algún día yo pueda volver a entrar al otro lado de la barda con mi cámara y ver a mi hijo pisar uno de esos escenarios y regalar un momento inolvidable a miles…
Por Juan Sebastián Madero Lesmes
Mi nombre es Juan Sebastián Madero y hoy, a mis 34 años de edad, después de haber asistido durante 15 años como público a Rock al Parque, viví uno de los momentos más especiales de mi vida. Desde joven soñé con estar en este festival, alguna vez como artista, sobre una de sus tarimas. Ese sueño no se dio… al menos no de la manera que imaginaba. Pero la vida me tenía preparado algo igual de mágico: estar allí con mis cámaras, gracias al acompañamiento del programa CREA y rodeado de un equipo humano increíble.
Estar detrás de las tarimas, caminando por los mismos pasillos por donde transitan artistas que han sido banda sonora de mi vida, fue una experiencia profundamente emocionante. Sentí cómo se me llenaba el pecho de alegría cada vez que disparaba mi cámara, sabiendo que estaba congelando instantes que, para muchos asistentes, se quedarían grabados en su memoria y en su corazón.
Poder retratar esos momentos de euforia, de conexión, de pasión pura entre el público y los músicos fue algo que me marcó profundamente. Cada clic fue una forma de aportar, desde mi oficio, a la memoria colectiva de este festival tan importante para la ciudad y el país. Ver cómo una imagen puede capturar un instante de magia, y cómo ese instante puede tener tanto significado para otros, reafirmó mi amor por la fotografía y mi deseo de seguir creciendo en este camino.
Quiero agradecer profundamente al Crea por abrirme esta puerta, por confiar en mí y darme la oportunidad de vivir desde adentro este festival que tanto amo. Estar allí, representando a este programa que impulsa la cultura, la creatividad y el talento local, fue un honor y una motivación inmensa.
Me voy con el corazón lleno, con la memoria de mi cámara cargada de momentos únicos, y con la esperanza de volver. Estaré feliz de ser parte nuevamente de este tipo de experiencias, de seguir aportando con mi lente a la construcción de la historia visual de nuestros espacios culturales. Porque, aunque el sueño de tocar en Rock al Parque cambió de forma, sigue siendo un sueño cumplido.
Gracias por todo.
Por Catalina Barrera
Cada año, Rock al Parque era mi ritual, y siempre me sumergía en los gritos, el pogo, la piel erizada y la emoción de ver a los artistas que forman parte del playlist de mi vida.
Siempre fui del público, soñando con estar un poco más cerca, entre distorsiones, sombras, luces danzantes y la vibración de los sonidos interactuando con mi cuerpo.
Pero este año, algo cambió.
El destino, disfrazado de oportunidad, me llamó, me puso una cámara en las manos y me susurró al oído:
“Ahora mira desde otro lugar.”
Idartes me dio la oportunidad de tomar fotos desde un lugar privilegiado. Pero fue mucho más que eso: me regaló estar a centímetros del alma del rock, ver la pasión desde la primera fila, capturar su esencia con mi lente, sentir la furia, el arte… y aquellos momentos se volvieron aula y maestro.
Este año no fui público. Fui ojos. Fui testigo. Fui parte.
Porque entendí que los sueños no solo se sueñan: se estudian, se buscan, se construyen…
Y, cuando uno menos lo espera, te llaman por tu nombre y te dicen:
“Aquí estás. Este momento es tuyo.”
Hoy sigo temblando, no por los bajos retumbando en el pecho, sino por el eco de ese día en que mi sueño me alcanzó y me dijo:
“Vamos a hacerlo realidad.”
Gracias, Idartes, y a todos los que hicieron posible este sueño. Conocí y compartí con personas geniales, además de talentosas. Gracias a Leonardo Villamizar y Leonardo Lovera por todo el apoyo y por estar tan pendientes de nosotros; a Camila y a Sara Sarmiento por sus enseñanzas, y a mis colegas del Cuarto Oscuro: Lily Rose, Ingrid y Paco.
Por Brayan Espinosa
Yo no recuerdo la primera vez que tuve una cámara en mis manos, pero sí sé que la fotografía siempre me ha acompañado. Lo puedo evidenciar en mi álbum familiar.
Muchas veces, al asistir a festivales de mi barrio o a eventos en el parque Simón Bolívar y otras plazas de la ciudad, me llamaba la atención ver el movimiento de las personas que los hacían realidad.
En una de esas ocasiones, estando en el Simón con mi cámara y mis amigos, recuerdo haberles dicho:
“Parce, les aseguro que un día estaré tomando fotos un poco más allá de esa barrera.”
Hoy puedo agradecer haberlo logrado. Lo he hecho gracias a la disciplina y al esfuerzo que he puesto en la fotografía, y también al Programa Crea, así como a todas aquellas personas que vieron en mi imagen una propuesta que podía servir.
Estar un poco más allá fue una experiencia inolvidable. Y ahora que lo pienso, las barreras muchas veces solo están en la mente.
En esta oportunidad, entramos con unas manillas verdes que nos dieron acceso a muchas zonas privilegiadas. Espero —y aspiro— que en algún momento, tanto yo como todas las personas que compartieron este espacio, ya no estemos solo un poco más allá de la barrera, sino un escalón más arriba, sobre las tarimas.
Gracias infinitas.