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Tejiendo vida

Es maravillo ver cómo el teatro y la danza se conjugan para tejer vida. Esta apuesta hecha por los artistas formadores Nicolás Morales y Angélica Rodríguez es más que representativa. El escenario no puede ser mejor: La clínica psiquiátrica Santo Tomas, donde el arte es la mejor medicina para el alma.

La sesión inició con la adecuación técnica del espacio, delimitando el área escénica con cinta
en el piso, ubicando video beam, parlante y pantalla para la proyección audiovisual, además
de disponer las sillas para los participantes, enfermeras y doctores de la clínica, quienes se
integraron como observadores activos.

Se proyectaron videos de experiencias previas desarrolladas con los grupos Canarias (adulto
mayor femenino) y menores de edad, evidenciando los avances de cada área.
Uno de los ejercicios más recordados fue “Caiga en la nota”, una interpretación cantada y
bailada que evocó recuerdos y emociones, generando un ambiente de confianza y conexión
entre los asistentes.

Después, el grupo de menores presentó una muestra teatral construida desde la improvisación,
resultado de un proceso de creación colectiva guiado por la premisa de “entradas y salidas”.
Durante las sesiones previas, los participantes respondieron preguntas orientadoras cómo:
¿De dónde vengo?, ¿Dónde estoy?, ¿Para dónde voy?, ¿A qué llegó a ese lugar? y ¿Qué me
motiva a ingresar allí?
A partir de esas reflexiones, los jóvenes estructuraron una escena con sonidos
predeterminados que potenciaron el desarrollo dramático y la ambientación sonora.
La historia representaba un encuentro en un restaurante con una celebración de cumpleaños
que se entrelazan con una situación paralela en un hospital, creando un contraste entre lo
festivo y lo dramático.
Este ejercicio permitió observar cómo los participantes lograron expresarse libremente,
construir sentido en grupo y ganar confianza en la exposición de sus emociones frente al
público.

Tras la muestra escénica, se dio paso a un ejercicio simbólico de tejido social con cintas, en el
que participaron tanto los jóvenes como el personal médico y de enfermería.
Cada persona se conectó con otra mediante una cinta, mencionando una cualidad de cada
persona. A partir de movimientos suaves, bailes hacia ambos lados y pausas marcadas por la
música, se exploró la conciencia del cuerpo colectivo y la incidencia de cada acción
individual en el bienestar común.
Este ejercicio cerró con una pose grupal cuando la música se detuvo, como símbolo de
equilibrio y conexión entre los presentes.
Posteriormente, se repitió la experiencia con el grupo masculino de adultos. El grupo juvenil,
que tenía prevista una presentación en vivo, decidió finalmente no realizarla, por lo que se
proyectó el material audiovisual correspondiente al ejercicio de entradas y salidas trabajado
con anterioridad. Luego, el grupo masculino desarrolló un ejercicio de improvisación con el
propósito de explorar el trabajo escénico y fortalecer la reflexión en torno al respeto, la
empatía y la equidad de género.
En el cierre se realizó una conversación abierta donde los participantes expresaron sus
emociones y aprendizajes. Este espacio se registró en formato podcast, donde los jóvenes
manifestaron sentimientos de agradecimiento, alegría y compañerismo.
Algunos reconocieron haber mejorado su confianza y comunicación, mientras otros
mencionaron que la actividad los ayudó a liberar tensiones emocionales.
La artista formadora de danza destacó las potencialidades individuales y el compromiso del
grupo durante la presentación, resaltando su capacidad de sobreponerse a los nervios.
Sin embargo, algunas participantes expresaron incomodidad ante la presencia mayoritaria de
hombres, indicando que ciertos comportamientos les generaron malestar. Esta situación
derivó en una conversación grupal donde se abordaron temas de respeto, gestión emocional y
convivencia, promoviendo la empatía y el control de las reacciones impulsivas ante el
conflicto.

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